Este es uno de los retratos más famosos de la historia del arte, pero todavía no se sabe quién fue la modelo.
Aunque lo cierto es que este no es un retrato. Se trata de un tronie, un género pictórico típico de la holanda del siglo XVII que significa “rostro” o “expresión”, y que consiste en la simple representación de la cara de un personaje anónimo que no tenían intención de ser un retrato.
Vermeer disfrazó a esta misteriosa chica con estilo oriental (turbante incluido) y le puso esa famosa perla en forma de lágrima que aparece en otros de sus cuadros.
El artista usa entre otros colores el azul ultramar, el pigmento más caro que existía, aunque sabemos que en esa época Vermeer no pasaba por una situación económica demasiado desahogada. Pintaba un promedio de solo dos cuadros al año y tenía nada menos que 11 hijos y varias trabajadoras en su casa (quizás la chica era una de ellas).
El rostro de la chica es una maravilla, parece estar viva en la tela. La joven de la perla tuerce la cara para mirarnos directamente. Abre la boca como iniciando una conversación con nosotras y su pálida piel, junto a sus labios y el pendiente, brillan intensamente sobre el fondo negro.
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